Heridas de la infancia, ¿Puede el tiempo curarlo todo?

Cuando hablamos de heridas de la infancia nos referimos a aquellas experiencias que han podido dejarnos huella y vienen dadas a través de situaciones emocionales dolorosas y difíciles, viéndose reflejadas en nuestro desarrollo psicológico y afectivo. 

Las heridas emocionales pueden provocar un daño tan significativo que acompañe a la persona el resto de su vida, sino son procesadas y trabajadas de forma correcta. 

¿Cómo han podido crearse estas heridas?

No siempre vienen de situaciones traumáticas claras y evidentes, sino que en numerosas ocasiones pueden venir de situaciones más sutiles que la persona quizás ni logra identificar que haya provocado ese daño. 

Estas heridas internas, pueden provocar consecuencias y ser transmitidas entre familiares de generación en generación, lo que llamamos trauma transgeneracional

Existen ocasiones en las que pueden venir a través de situaciones de abuso, maltrato, pero también pueden darse mediante experiencias de carencia, ausencia de afecto o cuidado emocional, por parte de adultos. 

Muchas veces escuchamos la expresión de…” el tiempo lo cura todo”, pero ¿Sucede así realmente? La respuesta es no. 

Cuando hablamos de heridas emocionales internas, el tiempo puede amortiguar o reducir aparentemente el malestar, pero por sí solo no suele ser suficiente. 

El sufrimiento no desaparece solo por el paso de los años, sino que se transforma, puede producir aprendizajes y en consecuencia verse reflejado en nuestra vida de diferente manera. 

Puede pasar el tiempo, que la persona siga creciendo, teniendo nuevas experiencias, desarrollándose, pero dependiendo del impacto que esas heridas hayan tenido para la persona, pueden seguir reflejándose en el presente. 

¿Cómo pueden verse reflejadas en nuestro presente?

En muchas ocasiones, vemos reflejadas estas heridas en cómo piensa la persona, cómo se relaciona con lo demás, sus creencias o en su gestión emocional. 

En la vida adulta, suelen provocar patrones de conducta como defensa

En consulta podemos ver detrás de ellas el miedo al rechazo, necesidad de validación externa, problemas a la hora de poner límites, problemas de apego en las relaciones, baja autoestima, entre otros. 

Detrás de estos patrones de conducta nos encontramos creencias limitantes, que se han adquirido mediante estas experiencias dolorosas. Estos patrones tienen como función el protegerse del sufrimiento o volver a pasarlo mal, pero no suelen ser patrones adaptativos. 

Dependiendo del tipo de herida, en cada persona puede provocar un síntoma, comportamiento o una emoción diferente. Por ejemplo, si nos hemos sentido abandonados, puede que de adultos tengamos miedo al rechazo, tengamos relaciones de dependencia emocional y tengamos miedo a la soledad. Si nos hemos sentido juzgados, puede que tengamos dificultad a la hora de dar nuestra opinión, mostrar nuestras preferencias, comportarnos como nos gustaría verdaderamente y no como creemos que los demás esperarían que lo hiciéramos. Durante un tiempo puede que esto nos ayudase a enfrentarnos a diferentes situaciones, como método de supervivencia, pero cuando somos adultos esto puede llegar a limitarnos y provocarnos gran malestar. 

En conclusión, tener en cuenta que:

Para sanar estas heridas es importante el poder integrar toda esta información, darle sentido, comprendiendo su origen y sus diferentes manifestaciones en el presente. 

El poder identificar las consecuencias de estas experiencias dolorosas, validar las emociones asociadas y construir conductas más adaptativas, va a ser clave en el tratamiento terapéutico. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Tabla de contenidos